10 de abril de 2007
Las enseñanzas de Jesús (La Parábola de las dos casas)
Lucas 6,47-49
Todo el que venga a mí y oiga mis palabras y las ponga en práctica os diré que se parece al hombre aquel que al edificar una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre roca. Al sobrevenir una inundación, rompió el torrente contra aquella casa, pero no pudo destruirla por estar bien asentada. Pero el que haya oído y no haya puesto en práctica, es semejante a un hombre que edificó su casa sobre tierra, sin cimientos, contra la que rompió el torrente y al instante se desplomó y fue grande la ruina de aquella casa.
REFLEXIÓN:
Más de uno puede pensar que la palabra “casa” es tan sencilla y común que no merece la pena pararse unos instantes a pensar en su significado. Sin embargo, la literatura bíblica al hablar con tanta frecuencia de la casa nos está invitando a tomar muy serio los diferentes mensajes de este real y simbólico lugar familiar. Precisamente, la casa evoca directamente la cuestión de la familia, la realidad del hogar y también el matrimonio. Nuestra casa es nuestra familia y nuestro piso, pero ¿qué tienen en común esta familia y este piso con la “casa” de los tiempos bíblicos? Aquí queda la pregunta para quienes se atrevan con la investigación. Y de paso, les diré que no dejen de consultar, entre otras aportaciones, el capítulo cuarto del libro de Rafael Aguirre titulado “Del movimiento de Jesús a la iglesia cristiana”, publicado por la editorial Verbo Divino en el año 1998.
La parábola de “las casas” (casa en griego es “oikía” y se traduce por “casa-hogar”, ámbito de las relaciones familiares) en el texto de Lucas 6,47-49 es el final tanto de un discurso que pone el evangelista en boca de Jesús, como de toda la unidad narrativa del capítulo 6: “Sucedió que cruzaba Jesús en sábado por unos sembrados...” (6,1-5), “Sucedió que entró Jesús otro sábado en la sinagoga...” (6,6-11) y “Sucedió que por aquellos días...” (6,12-49).
Este tercer “sucedió” es la marca textual que introduce al lector en el llamado “sermón del llano o de las bienaventuranzas” (20-49). Frente a toda la tradición religiosa judía, centrada en la espiritualidad del sagrado tiempo sabático y del espacio sagrado de la sinagoga, propone Jesús a sus discípulos y a las muchedumbres el camino de su nueva práctica y espiritualidad religiosa. Y lo que sorprende, ya entonces y también ahora, es que esta nueva oferta de Jesús proviene del Padre, del único Dios de todos.
La parábola de las dos casas, con la que concluye la exposición de Jesús sobre el nuevo camino que él ofrece, pretende en síntesis dos objetivos: informar e invitar a quienes la oyen o leen. ¿De qué nos informa esta parábola? De las dos formas que tiene toda persona de construir, de elaborar y hasta de vivir su identidad de persona religiosa o de “espíritu”.
Una: seguir la orientación de la Ley de Moisés y de las sucesivas reinterpretaciones levíticas y sacerdotales centradas, sobre todo, en la observancia de todo tipo de normativas sobre el sábado y la sinagoga. Ley, sábado y sinagoga son, para Jesús, esa casa edificada sobre el inconsistente cimiento de la tierra movediza. Los cimientos de esta casa están siempre “fuera de” la propia persona. ¿Qué otra cosa le queda a ésta si no la obediencia? ¿Qué le ocurre a la persona cuando los tiempos cambian, los mandamientos se reinterpretan o los cimientos se remueven por la presencia de nuevas autoridades legales? Esta casa de débiles cimientos es, sin duda para Jesús y el evangelista, la gran familia religiosa del judaísmo.
Dos: seguir la orientación del mensaje de Jesús que, en resumen, dice “lo que queráis que os hagan los hombres, hacérselo vosotros igualmente” (v. 31). Jesús señala que éste es el camino de la felicidad (vv. 20-23), que éste es el proyecto del Padre (v. 35), que ésta la opción del hombre que busca una roca firme que sostenga todas las dimensiones de su vida. El cimiento de esta nueva casa está “dentro de” la propia persona: haz al otro, que puede ser una sola persona o hasta una inmensidad, lo que deseas que el otro o los otros te hagan a ti. Esta nueva casa construida sobre el sólido cimiento de las opciones personales es, sin duda, para Jesús y el evangelista, la nueva familia de sus seguidores. Y, ¿no se le podría llamar “iglesia” a una casa como ésta?
Por fin, esta parábola de Lucas además de informar pretende, de forma provocativa, invitar, nunca forzar u obligar, a construir la propia identidad religiosa sobre el cimiento de la opción personal. Es decir, se trata de una llamada. Si hoy escuchas y acoges en tu corazón la invitación de Jesús, ¿qué te atreves a responderle y por qué?
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